Las albóndigas nos transportan a la infancia. Para muchos italianos, su sabor tiene un poder evocador equivalente al de la magdalena proustiana: un bocado y uno vuelve inmediatamente a los seis años. Aquellos bocaditos redondos que se escapaban al plato sólo para ser atrapados por nuestros buenos tenedores conservan algo de lúdico, incluso cuando aparecen, años después, junto al aperitivo. Cuando uno intenta hacer albóndigas, descubre que su sencillez es totalmente engañosa. La consistencia de la carne picada, la dosis de sal, el dorado perfecto: se convierten en elementos de un agotador programa de experimentación, siempre que no se encuentre ayuda. Bruno Barbieri ha pensado en ello. Además de valiosos consejos sobre la elección de los ingredientes, la cocción y el maridaje con salsas y salsas, propone 28 recetas, repartidas entre albóndigas, albóndigas de pescado y albóndigas vegetales. Cocidas, crudas, rellenas, rebozadas, envueltas en hojas, flotando en sopas, ahogadas en salsa, hechas con sobras e incluso con primicias, Barbieri nos enseña que hacer albóndigas es un juego.
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